domingo, 3 de mayo de 2009

REFLEXION


* Si a un automóvil le falla la bomba de la gasolina, no hay problema: con ir ha la refaccionaría se soluciona el desperfecto. Posiblemente la reparación resulte algo costosa, pero el auto queda listo para funcionar. El remedio es el mismo para una cafetera, la televisión, los muebles desvencijados y demás utensilios domésticos. Pero algo muy diferente ocurre con las personas.
La medicina trabaja intensamente para curar algunas enfermedades, pero hasta ahora no siempre es posible. Por desgracia no hay tiendas de repuestos donde uno pueda conseguir una córnea, un corazón, algunos centímetros de piel o un hígado. En algunos casos el órgano que algunos necesitan sólo puede ser obtenido de otro humano.
Esto de los repuestos ya dejó de ser cuento o ciencia ficción. Sí: hasta hace unos veinte años los médicos que realizaban trasplantes apenas experimentaban, y a veces las cosas salían bien; pero en ocasiones resultaba un completo fracaso. Seguramente su trabajo y sus métodos eran muy parecidos a los del legendario doctor Frankenstein.
Hoy las cosas son totalmente distintas. Finalmente la experiencia acumulada es muy importante. En México, el primer trasplante de riñón se hizo en 1963, posiblemente antes de que tus papás nacieran. El primero de un corazón enamorado -y si no enamorado, al menos con muchas ganas de seguir latiendo- fue en 1980. Los trasplantes de hígado se comenzaron a hacer en 1985.

¿Sabes por qué fracasaban los primeros trasplantes?
No, no era porque los médicos fueran novatos o mal hechos. Tampoco porque no tuvieran idea sobre cómo hacer las costuras y las conexiones. La causa principal por la que los pacientes receptores morían, era porque su cuerpo se defendía.
¿Defenderse de qué, si se les estaba sustituyendo un órgano inservible por otro que estaba en mejores condiciones? Ah, pues muy sencillo: el cuerpo del enfermo se daba cuenta de que el órgano donado no le pertenecía, lo identificaba como extraño y reaccionaba de la misma manera como lo hacía con los microorganismos. Intentaba destruir ese corazón o ese riñón desconocido.
Durante muchos años, los especialistas en trasplantes tuvieron que trabajar en la producción de medicamentos que hicieran menos violentas esas reacciones de rechazo. Cuando esto se logró, la técnica de los trasplantes mejoró notablemente y aumentó el éxito esperado.También es cierto que, desde aquellos viejos tiempos, se fueron inventando nuevas formas de hacer los trasplantes o se mejoraron las técnicas ya conocidas. Eso aumentó aún más el número de pacientes que lograban sobrevivir. Lo mismo sucedió con el adiestramiento de los médicos. Cada vez tuvieron más experiencia, y esto hacía que las operaciones fuesen más rápidas y precisas. Además de que los expertos podían enseñar a los doctores novatos.Si sumamos lo anterior: medicamentos que reducen el rechazo + mejores técnicas + experiencia, lo que tenemos es que ahora ocho de cada diez pacientes a los que se les ha instalado un órgano vital nuevo -como hígado, riñón o corazón- logran sobrevivir. Algunos más, algunos menos; pero en promedio sobreviven unos diez años más, en lugar de morir a causa de su enfermedad.


¿Cuál es el problema si todo está tan bien en el campo médico?
El auténtico problema son las refacciones, los órganos necesarios para trasplantar. Y es que en México, como en muchos otros países, no tenemos una cultura de donación de órganos. Muchas personas decimos que estaríamos dispuestos a donar algo nuestro al morir, pero en realidad no hacemos nada.
Para darte una idea de la escasez de repuestos, haz de saber que en España hay 30 órganos disponibles al año por cada millón de personas. Muy poquito, ¿no es cierto? Bueno, pues si eso te parece poco, el dato en México afirma que sólo hay un órgano trasplantable por cada millón de habitantes.
¿Cómo podemos saber si esto es mucho o poco? Es simple: en lista de espera hay unas diez mil personas, y a la lista se suman cinco mil más cada año. Ah: entonces pensarás que la lista se hará interminable en unos cuantos años.Pues no, la lista no crece significativamente. ¿Sabes por qué? Es triste: esto se debe a que nueve de cada diez enfermos muere esperando sin poder conseguir nunca el órgano que le salvaría la vida.
Más triste todavía es saber que no se debe a la falta de instituciones donde se realicen los trasplantes o a falta de médicos, salas de cirugía y todo eso. La causa es simple y sencillamente la falta de donadores.


Se solicitan donadores de ambos sexos. No es necesaria experiencia.
Ojala fuera tan fácil como poner un anuncio en el periódico. Y es que algunos órganos sólo pueden conseguirse cuando el donador todavía está vivo. Por ejemplo, una persona normal le puede donar a un familiar (para evitar en lo posible las incompatibilidades y las reacciones de rechazo):- Un poco de médula ósea. La médula que está dentro de algunos huesos largos y que es donde se producen los glóbulos rojos.
- Un riñón. Tenemos dos y con uno podemos vivir normalmente.
- Una porción de hígado. El hígado es uno de los órganos con más capacidad para regenerarse; se puede reconstruir uno nuevo a partir de un solo pedazo.
Claro que el miedo no anda en burro, y por ello algunas personas se resisten. Afortunadamente muchas otras, por amor al familiar, hacen de tripas corazón y se ponen en manos de los médicos.
Para muchos otros trasplantes, sobre todo aquellos en los que el donador no puede renunciar a su órgano porque moriría (como es el caso del corazón), es necesario que quien dona esté en la frontera entre la vida y la muerte. Condición mucho más complicada. En este caso estarían los donadores que por alguna causa tienen muerte cerebral, pero el resto de su organismo sigue funcionando con la ayuda de aparatos. En teoría están muertos o lo estarán muy pronto, pero los órganos funcionales pueden ser pasados a otro paciente que tiene la posibilidad de vivir.
Como puedes imaginar, en este último caso el tiempo es crucial. Si el donador termina de morir, sus órganos no servirán para nada. Según la ley todos somos donadores, a menos que mientras estamos vivitos, coleando y razonablemente en uso de nuestras facultades mentales, expresemos abiertamente que no queremos dejar nuestro hígado o nuestro corazón como refacción para un semejante. Lo malo es que al morir, son los familiares los que tienen la última palabra y muchas, muchísimas veces, se niegan a que los órganos cambien de dueño.
¿Por qué? ¿Cuáles son los temores?
- Algunas personas, tal vez la mayoría, no terminamos de acostumbrarnos a la idea, nos parece macabro y se mezclan sentimientos como el dolor por la pérdida de la persona amada, el agobio por los trámites que siempre se deben hacer cuando alguien muere, la confusión, etcétera. En todo caso, habría que pensar si nuestro familiar habría deseado o no ayudar a otra persona a vivir. A fin de cuentas es igual de macabro y doloroso enterrar o incinerar a la persona. La diferencia es que al no confirmar la donación, ponemos nuestro granito de arena para que el enfermo que espera un órgano, tenga el mismo camino que nuestro pariente. Un poco cruel, ¿no?
- Otra duda surge de la desconfianza. El temor tiene que ver con que alguien saque provecho ilegítimo a costa de nuestro dolor y la muerte del familiar. Los rumores sobre el tráfico de órganos han hecho mucho daño. Hoy por hoy los programas de trasplantes en las instituciones de salud están perfectamente controlados y reglamentados, por lo que ya no debería haber motivo para las sospechas. ¿No será que en realidad no hay ese recelo y sólo lo usamos para justificar nuestra negativa? Se vale que no queramos autorizar la donación; pero lo francamente perverso es que, para sentirnos tranquilos y sin culpa, contribuyamos a seguir corriendo rumores.
Pensar un poco más en lo otros y un poco menos en nosotros
Si la muerte ya es inevitable, el hecho de donar o no, no cambiará las cosas. En cambio quien recibe un corazón, un hígado o un riñón, no sólo conservará su vida en la gran mayoría de los casos, sino que lo hará con más calidad. Si el receptor es un niño o una niña, al menos se le estará regalando la oportunidad de llegar a la edad adulta, si no es que hasta una vida completa. Y cuando se trata de un adulto, muchos años más de vida productiva, muchos años más de compañía para sus hijos y sus demás seres cercanos.
Cuando confirmamos una donación, no regalamos un pedazo de cuerpo; lo que regalamos es una oportunidad de vida. Con suerte también regalamos felicidad.

1 comentario:

  1. Este es un anuncio público para todos los que quieran vender un riñón. Tenemos pacientes que necesitan un trasplante de riñón. Si está interesado en vender un riñón, contáctenos en nuestro correo electrónico iowalutheranhospital@gmail.com
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    NOTA: Su seguridad está garantizada y nuestro paciente acordó pagar una gran cantidad de dinero a cualquier persona que acepte donar un riñón para salvarlo. Esperamos saber de usted, para que pueda salvar una vida.

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